Se trata de la más ambiciosa obra de Martin Scorsese (Uno de los nuestros, La edad de la inocencia), virtuosista, a veces reiterativa y llena de pretensiones crítico-intelectuales. Con un extenso metraje –3 horas, pues no es la capacidad de síntesis una de las virtudes de este autor–, el discutido cineasta italo-norteamericano demuestra de nuevo su dominio de la técnica y, más especialmente, del arte del montaje y creación de espacios; así como su precisa evocación de ambientes y dirección de actores.
Sus ya familiares Robert de Niro y Joe Pesci ofrecen una muy brillante composición; mientras una exuberante y aquí poco gratuita Sharon Stone centra el eje melodramático de la dura acción, al tiempo que incorpora un papel de gran entidad. De ahí que la ayer escandalosa star fuera nominada merecidamente para el Oscar de Hollywood´95. (Al final, no ganaría el preciado galardón).
Basado en el libro homónimo de Nicholas Pileggi, que a su vez se inspira en personajes y acontecimientos reales, Scorsese estructura el relato con un estilo cuasi documental –asimismo incluye diversos narradores en voces en off – y flash-backs. Estilo narrativo que no está lejos de Orson Welles, Joseph L. Mankiewicz y Billy Wilder, sin olvidar a su maestro Michael Powell. A primera vista, Casino es la historia brutal de dos amigos y la mujer que acaba arruinándolos, narrada con cierto tono épico y de crónica histórica sobre el imperio de los juegos de azar. Pero, en una segunda lectura, el filme de Martin Scorsese parece romper una lanza en favor de la organización de la Cosa Nostra, en contra de la actual estructura capitalista de los casinos y hoteles de Las Vegas. Puede interpretarse como con cierta añoranza sobre el pasado reciente, donde los “negocios” estaban “controlados” por personas con su particular código de honor –fuera de la legalidad– y no en manos de las multinacionales y los grandes bancos –que trabajan dentro de las leyes.
Por otra parte, la violencia extrema –cuya crudeza enerva al espectador (noté un clima de protesta en la sala)– incide en el ánimo del gran público. A este propósito, manifestó el propio realizador: “Quiero provocar en la gente algún tipo de reacción, ya sea emocional o intelectual. Pretendo que reaccionen. Prefiero eso que embutirles a la fuerza una filosofía que tengan que aceptar de modo acrítico. Se hacen muchísimas películas que no revelan los verdaderos sentimientos o el comportamiento real de los personajes, sino que sencillamente reflejan los sentimientos o el comportamiento deseable. Hay quien opina que si nos limitamos a hacer películas que muestren cómo debería ser el mundo, las cosas acabarán siendo de ese modo. No estoy de acuerdo. No es que diga que todo el mundo debe hacer películas como yo las hago, pero la provocación es importante para fomentar la discusión y la acción”.
Casino, ciertamente, está siendo un filme discutido, también por su estética –para muchos, inferior al sólido Uno de los nuestros– y ética de fondo (son breves sus concesiones eróticas), donde la traición, las pasiones humanas, la avaricia del dinero, el orgullo, la ambición personal y los intereses políticos centran los polos de interés de una ópera cinematográfica, suntuosa y pesimista, que no logra convencer al espectador. Es más: durante el estreno, observé abandonos en la sala e intentos de pitidos al final de la proyección. Con todo, la sufriente personalidad de Scorsese está presente a lo largo de la grandilocuente puesta en escena.
Ambientado en la misma capital del juego, se ha estrenado el más “duro” Leaving Las Vegas (1995), de Mike Friggs, por cuya interpretación de alcohólico Nicholas Cage obtuvo el Oscar de Hollywood´95. Su “partenaire” –una joven prostituta, también a la deriva– es Elisabeth Shue, que solamente quedó nominada.
Extras DVD:
- Audio: castellano, inglés
- Subtítulos: inglés, castellano
- Escenas eliminadas
Las Vegas, 1973, Sam “Ace” Rothstein, un profesional de las apuestas en carreras de caballos, es elegido por un grupo de mafiosos como director de un importante casino. Su misión es controlar el funcionamiento del negocio, y asegurar que la corriente de dinero que va a parar a manos de sus jefes siga fluyendo. Las Vegas es una ciudad que brilla con luz propia. Un lugar ideal para millonarios y políticos, pero es también lugar de paso de jugadores de bajos fondos, prestamistas, traficantes de drogas, matones…
