La calidad de la animación 3D ya ofrece pocas sorpresas. Por eso, es de agradecer que los realizadores vuelvan a centrarse en la historia, en ofrecer un buen relato con el que entretener y deleitar al público, sea de la edad que sea.
De la mano de A contracorriente, se estrena ahora Ballerina, una preciosa coproduccion franco-canadiense que combina el virtuosismo de la animación con una narración cuidada, repleta de interés, coherencia interna, personajes atractivos, momentos de emoción, giros sorprendentes y elegancia estilística.
Bellerina es un cuento: ni más ni menos. No es fantástico, no hay animales que hablen ni hadas madrinas que ayuden a superar las dificultades, pero sí niños con iniciativa, adultos comprometidos, malvadas propietarias, jovenzuelos presuntuosos y envidiosas niñas consentidas. Todos ellos cuidadosamente perfilados, descritos y diseñados formando un elenco variado, simpático y en cierta manera, atípico, para que la resolución de la intriga no sea demasiado previsible.
La película está pensada para un público infantil, mayoritariamente femenino, y tiene la virtud de tomarse su trabajo (y a sus espectadores) en serio: sin menospreciar a la infancia ni caer en la falsa necesidad de incluir guiños desubicados a los adultos.
El film se centra en la necesidad de los sueños, de mantenerlos y perseguirlos, pero muestra también, con evidente claridad, el esfuerzo que conlleva lograrlos. Tampoco esconde que las dificultades existen y pueden truncar, incluso sin culpa propia, una carrera prometedora. Este mensaje, junto a otro muy potente sobre la humildad y el perdón, se cuelan en la película con naturalidad, sin moralinas ñoñas ni moralejas doctrinarias.
Y a pesar de que empezaba este análisis hablando de las pocas sorpresas que depara actualmente la animación 3D, no puedo terminar sin señalar las impresionantes imágenes que Ballerina nos ofrece de la efervescente París de finales del siglo XIX. Deslumbra su Ópera, sus puentes, la Torre Eiffle a medio construir y sus románticos y bohemios rincones. Un despliegue de belleza visual coherente con la impecable calidad del relato.
Firma: Esther Rodríguez
Felicia vive en un orfanato de Bretaña pero sueña con ser bailarina. Su amigo Victor, también huérfano y convencido de que será el mayor inventor de todos los tiempos, la ayuda a escapar y juntos se van a París.
Allí Victor intentará trabajar con Gustav Eiffle mientras construye su torre. Al mismo tiempo, Felicia deberá recurrir a una trampa para entrar en la Academia de Ballet de la majestuosa Ópera de París.
