Bajo un manto de estrellas

Hace falta ser muy valiente para lanzarse, en estos tiempos, a estrenar en las salas del cine una película de este estilo. Como pasara recientemente con Un Dios prohibido, son trabajos realizados con pocos medios, aunque muy superiores en calidad a muchos de los productos que se estrenan semanalmente en el cine y no digamos en la televisión. Poco pueden hacer, sin embargo, por competir con aquellas producciones en las que la falta de calidad se compensa con grandes dosis de publicidad (o de subvenciones estatales).

Bajo un manto de estrellas es un trabajo digno que nos recuerda, sin estridencias ni un dramatismo excesivo, un pasado no tan lejano de nuestra historia que, como todos los hechos históricos, no viene mal recordar de vez en cuando.

Es un homenaje sencillo y sin pretensiones, ni cinematográficas ni artísticas y ni siquiera adoctrinadoras o dogmáticas; tan solo centrado en el interés por plasmar una historia que merece ser contada.

La pobreza de medios es patente, por eso es de agradecer la prudencia de los realizadores a la hora de elegir las localizaciones, siempre en interiores o en jardines o rincones muy reducidos, como si de una obra teatral se tratase. La fotografía es luminosa y limpia y la música suave sin caer en el sentimentalismo.

Todo en general parece contagiarse de la austeridad conventual y huye de planos o secuencias efectistas (aunque se le va un poco la mano en los lloros de los monjes, demasiado frecuentes y no muy bien interpretados).

A pesar de no alcanzar los 90 minutos, la película se hace demasiado larga. No han desarrollado mucho los caracteres de los personajes, bien por falta de datos, bien por falta de tiempo o ganas, lo que impide que el espectador se meta bien en la historia.

Por otro lado, la sucesión de escenas, siguiendo las fechas concretas del diario de los hechos, hace que la narración avance demasiado lentamente y produce en el espectador cierto desasosiego. Quizá esto se ha pensado adrede, para que sintamos de alguna manera la angustia de los jóvenes frailes ante el lento pasar de los días que les acercaba a un final dramático pero de fecha incierta.

Firma: Esther Rodríguez