El londinense Hugh Hudson que ya dirigió Carros de fuego en 1981, película premiada con cuatro Oscar en aquellas fechas, ahora nos ofrece este nuevo título con un argumento destinado a esclarecer el origen de aquellas famosas pinturas rupestres. Para esta nueva singladura ha incluído en sus créditos a reconocidos cineastas nativos como Antonio Banderas, el protagonista principal, y a José Luis Alcaine, como experto director de fotografía con una destacada, en este caso, reproducción ambiental.
La mayor parte de la cinta está centrada, una vez descubierta la cueva, en la total disparidad de criterios entre el arqueólogo Sautuola y el representante de la Iglesia de aquella localidad, hecho que conlleva una serie de enfrentamientos dialécticos de difícil resolución inmediata con sus consecuencias derivadas a lo largo de los tiempos. Esto se retrata como natural en aquella época en que la mayoría de descubrimientos y conocimientos científicos habían sido sancionados oportunamente y, también la mayoría de las veces, con el buen criterio de la Iglesia como norte y guía.
Sautuola no consiguió que su descubrimiento fuese reconocido en vida con la cierta autoría de su origen, aunque posteriormente todos, ilustres personajes e instituciones, acabaron por darle la razón. Por este hecho, Altamira, en Santander, se convirtió en uno de los principales ejemplos que existen en el mundo de una importante parte de los orígenes de nuestra historia.
Un testimonio cinematográfico para el reconocimiento de una ilusión convertida en realidad. Algo que vale la pena mantener siempre vivo y latente.
Firma: Joaquín Guitart
1879. Entre las verdes colinas y los picos rocosos de la costa de Santander, María Sautuola (Allegra Allen), una niña de nueve años, y su padre Marcelino (Antonio Banderas), un arqueólogo aficionado, descubren algo extraordinario que cambiará la historia de la humanidad para siempre: las primeras pinturas prehistóricas encontradas hasta entonces; unos impresionantes bisontes al galope trazados con gran detalle.
Pero la madre de María, la dulce y devota Conchita (Golshhifteh Farahani), no es la única persona perturbada por este descubrimiento. La Iglesia Católica considera que la afirmación de que las pinturas sean obra de prehistóricos “salvajes” es un ataque a la verdad bíblica. Y sorprendentemente, la comunidad científica liderada por el historiador Émile Cartailhac (Clément Sibony) también acusa de fraude a Marcelino y a su descubrimiento.
El mundo idílico de María se derrumba y sus intentos por ayudar solo empeoran las cosas. La familia entra en una fuerte crisis y cierra la cueva. Será necesario todo el amor que se tienen para encontrar el camino hacia la redención y el reconocimiento.