Los videojuegos gustan, entretienen y enganchan a todas edades. Es por ello que no resulta sencillo saber cuándo parar de jugar. ¿No os ha pasado nunca que habéis tenido que avisar a vuestros hijos en varias ocasiones para que apaguen la consola? O lo que es peor, ¿acaso no habéis tenido que desenchufar vosotros mismos la máquina? Tranquilos, os diremos que es una situación bastante habitual. Pero, ¿os habéis preguntado alguna vez por qué pasa esto? ¿Qué tienen los videojuegos que enganchan tanto?
Hablando en términos educativos, una de las máximas que los profesores repetimos es la necesidad de generar hábitos en nuestros alumnos desde bien pequeños. “Lo que quieras conseguir mañana comienza a trabajarlo hoy”. Así ocurre con todo: el orden, la autonomía personal, la responsabilidad con el estudio, el autocontrol y, lógicamente, con la lectura. No podemos generar lectores autónomos si no predicamos con el ejemplo, pero, mucho menos, si no hacemos de la lectura una rutina apetecible. ¿Rutina? ¿Acaso no es sinónimo de monotonía o aburrimiento? Lo cierto es que no. La rutina genera el hábito lector y, si sabemos llevarla como es debido, con interés y motivación, ayudará a que nuestros hijos y alumnos devoren libros con ganas.
Dicho esto, los videojuegos enganchan, lo sabemos. Tienen algo que nos invita y casi obliga a seguir jugándolos. Para entender por qué pasa esto, partamos de la base de que nuestro cerebro está continuamente en funcionamiento. Hasta cuando descansamos, sigue trabajando incluso más que cuando estamos despiertos. Asimismo, recibe impulsos sistemáticamente a lo largo de todo el día. En esta tesitura, cuando realizamos una acción que nos agrada, el cerebro genera una serie de sustancias –como la dopamina o las endorfinas– que le autocomplacen, generando así una inclinación por volver a realizarla. A medida que nuestro cerebro realiza una acción y recibe “su recompensa”, mostramos mayor inclinación por volver a realizarla, generando un hábito.
Pero, ¿qué provoca que unos videojuegos enganchen más que otros? Para entender esto, debemos aclarar dos conceptos: la cadena larga y la cadena corta de recompensa. La primera, podríamos definirla como el objetivo principal que tiene el juego. En un título como The Legend of Zelda será rescatar a la princesa y salvar el reino; en Fifa, ganar un partido; y en Fortnite, obtener la victoria en una partida. Impliquen más o menos tiempo, los objetivos de la cadena larga son más complejos y se plantean a largo plazo. Sin embargo, la cadena corta es mucho más inmediata, puesto que implica las metas mínimas que nos plantea la propia partida. Siguiendo con los mismos ejemplos, en Zelda será conseguir una armadura determinada o completar una misión; en Fifa, marcar un gol; y, en Fortnite, tanto matar a un contrario como construir un parapeto para defendernos.
Curiosamente, Fortnite es uno de los títulos que tiene la cadena de recompensa más corta de todo el mercado. Es precisamente por ello que el juego engancha tanto. Y, si a esto sumamos que podemos comenzar automáticamente una partida al finalizar la anterior, entendemos que se cree el engranaje perfecto para retenernos.
Por todo ello, debemos limitar el tiempo de juego. Cada cierto tiempo, el cerebro necesita descansar y desconectar. Por ello, treinta minutos es tiempo más que suficiente para que jueguen y “desconecten”. Más de una hora, sin embargo, es excesivo. Al principio hablábamos de la lectura.
Precisamente en ella residen muchos beneficios: fomenta la atención, la captación de matices, trabaja la comprensión de realidades complejas, aumenta la imaginación y ayuda, indirectamente, a que mejoren la ortografía. Motivemos que lean. Presentemos la lectura como algo atractivo y, sobre todo, basémonos en sus gustos e intereses para elegir qué leen. Lo mismo debemos hacer con los videojuegos. Interesémonos por saber a qué juegan, establezcamos horarios y construyamos buenos hábitos. Todo un reto, ¿verdad?
Firma: José Carlos Amador