Cuando el tiempo juega a nuestro favor

Artículo editorial febrero

Hace unos años, un día de cambio horario de invierno, un reportero en televisión preguntaba a los transeúntes cómo aprovecharían la hora “regalada”, a qué la iban a dedicar o con quien la compartirían. No es una pregunta brillante, en la mayoría de casos nos pilla durmiendo, pero es un buen ejercicio para reflexionar cómo vivimos las horas que tenemos o cuáles son las cosas que dejamos para “cuando tengamos tiempo”.

El mes de febrero nos regala un día y la cuestión puede volver a ser pertinente: a quién se lo podemos dedicar, qué cosas podemos hacer, con quién lo podemos disfrutar… Sin embargo, más allá de que nuestro año tenga un día más, lo realmente importante es la revisión de nuestras rutinas. ¿En qué invertimos nuestro tiempo?

Los estudios señalan que una gran cantidad de minutos, horas y días de nuestra vida se los traga la pantalla como un agujero negro. Solo hay que mirar el “Tiempo de uso” de nuestro móvil, calcular los capítulos que vemos a diario en términos temporales o mirar de reojo la pila de libros que tenemos por leer, por ejemplo.

Artículo editorial febrero

Algunas veces, el trabajo, la organización familiar o social pasan por los mensajes, las llamadas o las visitas a internet. Sin embargo, para que este ejercicio sea productivo, habrá que reconocer que invertimos en las redes sociales, en YouTube, en Netflix o en el Fifa algo más de lo necesario.

Por otro lado, el estado de nuestra dependencia digital pasa también por descubrir las alternativas que tenemos a nuestro alcance. Si el mundo audiovisual en cualquiera de sus versiones (ficción, juegos, redes sociales, etc.) se antepone a la observación, a la conversación cara a cara, a la reflexión o a los hobbies, puede que tengamos un problema. Y si no sabemos disfrutar de los momentos que nos ofrece la vida sin dejar constancia digital, puede que también.

Esta reflexión nos la podemos aplicar los adultos para ser dueños de nuestro tiempo pero, especialmente, debemos despertar en los más jóvenes la conciencia de que hay un mundo más allá de las pantallas y, sobre todo, un mundo real, en el que pasa el tiempo real y se hacen cosas reales. No les abandonemos.