Paul Thomas Anderson presenta una libre adaptación literaria que entretiene, hace reflexionar y da una clase magistral de la capacidad del lenguaje cinematográfico. El descomunal reparto redondea la experiencia.
Cuatro años después de Licorice Pizza, Paul Thomas Anderson regresa con una adaptación libre de la novela de Thomas Pynchon, Vineland, que está destinada a ser una de las películas del año. Una batalla tras otra propone un minucioso thriller donde se aúnan acción trepidante, compromiso con la realidad actual y un manejo narrativo de magistral precisión.
El film arranca con una secuencia que reúne los ingredientes que se irán empleando a lo largo de todo el metraje –buen dominio del ritmo, un excelente diseño de personajes y una sólida consciencia ante determinados asuntos presentes en el contexto estadounidense del momento como la inmigración o el auge de ciertos movimientos supremacistas–. El conjunto del equipo logra enganchar al espectador, sumergirlo en la cadencia de la cinta y empujarlo hacia delante por casi tres horas de puro entretenimiento que, para nada, se hacen largas.
Una batalla tras otra se va erigiendo como una pieza de orfebrería, delicadamente y coherente con todo aquello sembrado. Eso no le impide ir basculando entre distintos registros e incluso incorporar toques de humor para destensar. Si bien, uno de sus pilares más destacables es el grupo de personajes inolvidables elevados por un reparto en estado de gracia. Todos se entregan a papeles dignos de elogio, desde las nuevas generaciones lideradas por una excelente Chase Infiniti –ese rostro de esperanza en el porvenir frente a todo el caos presentado– hasta los veteranos: un Sean Penn en la piel de uno de esos despreciables villanos para el recuerdo, una Teyana Taylor como una secundaria convertida en icono y un Leonardo DiCaprio en uno de sus mejores papeles recientes, lúcido y divertidísimo.
Allí donde Eddington –curiosa casualidad que se estrenara recientemente también– fallaba estrepitosamente en un disparatado sinsentido, Paul Thomas Anderson demuestra una ejemplar mirada donde queda probada su destreza cinematográfica. Todo esto mientras se desprende una crítica sagaz que no abandona un buen storytelling y la voluntad de divertir al espectador, al mismo tiempo que habla del legado familiar y cómo a veces la paternidad no viene dada, sino que se construye.
Firma: Yoel González
Dieciséis años después de que su mujer Perfidia desapareciera, el exrevolucionario Bob debe reunirse de nuevo con su banda para proteger a su hija Willa de las manos del despiadado Coronel Steven J. Lockjaw.