Durísima película del prolífico realizador mexicano Arturo Ripstein (que debutó en 1965 con Tiempo de morir, y se ha dedicado también a la dirección de films independientes, al teatro y la TV), basada en la novela homónima del egipcio Naguid Mahfouz, Premio Nobel de Literatura en 1988. Ganadora (ex aequo) de la Concha de Oro en el Festival Internacional de San Sebastián’93 y de la IX Mostra de Cine Mexicano en Guadalajara (1994), esta ambiciosa producción viene a ser como un Rocco y sus hermanos a la mexicana.
Sin embargo, lejos de la genialidad de Visconti, incurre en el melodrama más desmesurado, próximo al serial televisivo también cultivado por Ripstein. Asimismo, algunas secuencias y la interpretación poseen cierto aire de grandeza que se acercan al vigor de la Tragedia griega (con su pugna entre el Bien y el Mal, catarsis incluida); pero a veces, a causa de su vulgaridad cotidiana y de la sordidez más descarnada, Arturo Ripstein y la guionista Paz Alicia Garciadiego caen en el estilo de la telenovela y hasta en el tono del culebrón. Se trata, según las pretensiones del director, de un retrato sociopsicológico del México actual, aunque el relato y sus personajes sean la adaptación de una historia ambientada en El Cairo. La película, que provocó polémica entre el público de la Universidad de Guadalajara, no se hace del todo creíble por demasiado singular, y se abusa de las situaciones-límite, con abundantes obscenidades y hasta escenas pornográficas.
Alejada, por tanto, del gusto artístico y del lirismo de la novela, el artificioso Principio y fin de Ripstein carece de rigor intelectual; pues apenas se aprecia análisis sociológico alguno y sí, en cambio, fáciles toques freudianos. ¿Por qué no se escribió un guión original, con problemática social genuina y mexicanos de verdad? En esta línea realizaría después (virtudes y defectos incluidos) La Reina de la noche (1994), desgarrada biografía de la cantante Lucha Reyes, y Profundo carmesí (1996), cargando las tintas de unos destinos particularmente trágicos.
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México, años 90. Narra la tragedia de la familia Botero. A la repentina muerte del padre, un modesto maestro de escuela (que deja una pensión irrisoria), la viuda deberá tomar medidas para subsistir. A tal fin, protege los estudios de su hijo preferido, Gabriel (que deberá sacarles de la pobreza) y obliga a los otros tres a someterse a duras condiciones en beneficio de todos. Primero, la madre echa de casa a Guama, que entra en un cabaret como animador y se enreda en el narcotráfico; Nicolás tiene que estudiar por libre, entregar su sueldo a su madre y sacrificar el amor; mientras Mireya se ve obligada a abandonar el colegio para trabajar como costurera y (engañada por un bruto tendero) acaba ejerciendo la prostitución.
