Una historia bien contada pero llena de tristeza, de desgracias y de personajes que no pueden sonreír.
El director, David Ulloa (El inmortal), ya acumula mucha experiencia televisiva y sus trabajos suelen ser bastante solventes. Este título no es una excepción. Para ello, se escoge la exitosa novela de Javier Castillo y se le hacen algunos retoques. Cambios que hacen de ésta una serie mucho más cercana a su audiencia (la acción se traslada de EE.UU. a España) y menos escabrosa que la narración literaria (se omiten ciertos episodios desgarradores de la protagonista, ¡gracias!).
Con todo, la trama, los personajes que la habitan y sus circunstancias y el entorno son tristes y deprimentes. De hecho, en La chica de nieve nadie lleva una vida más o menos feliz. Excepto Eduardo, del que sabemos muy poco, todos acumulan secretos, traumas o son, directamente, criminales. Así, la ficción deja un poso de dolor y de impotencia que puede resultar pesado a quien vaya sólo a consumir sencillo entretenimiento.
A nivel narrativo, la serie juega al despiste introduciendo temáticas que parecen relevantes para la investigación y, luego, se convierten en mero señuelo para cautivar nuestra atención y mantener con vida la trama. Además, el vuelco del guión en los últimos capítulos podría representar un problema. No obstante, al final, es casi liberador conocer la historia. Historia sobre la que, sin duda, nos hemos forjado un destino oscuro y despiadado. También pueden despistar los saltos temporales, pero para que no haya duda, ya se encargan de mostrarnos el año de los sucesos, en tamaño XXL.
Con lo cual, La chica de nieve es una historia que se sigue con interés, que se sufre con los implicados y también nos enfurecemos como ellos. En este punto, hay que advertir que el límite entre el bien y el mal no queda muy claro y, en un entorno tan atroz, es fácil disculpar lo inmoral de algunas acciones.
Con un final que propone una segunda entrega, la apuesta de Netflix puede atraer a amantes del suspense. Sin embargo, ya hemos advertido de que el argumento no es alegre y tampoco lo es el ánimo con el que nos quedamos al acabar la serie.
Firma: Mar Pons
Amaya tiene cinco años y acude con sus padres a la cabalgata de Reyes en Málaga. Allí, confluyen dos circunstancias que favorecen el rapto de Amaya: la lluvia y el gentío.
El caso del secuestro de Amaya coincide con las primeras prácticas de Miren Rojo en el Diario Sur. Esta joven apoyada por su mentor y profesor, Eduardo, inicia su propia investigación. Con sus fantasmas a cuestas, Miren no está dispuesta a abandonar la búsqueda, pase lo que pase.
