Drácula

Hay tres cosas que influyen a la hora de escoger este título y no cualquier otro del infinito catálogo audiovisual. El primero es la historia, la revisión de un clásico siempre tiene un atractivo añadido. La segunda es que se trata de un proyecto de la BBC, y esto suele ser garantía de calidad. Y, la tercera es que sus creadores, Mark Gatiss y Steven Moffat, son “culpables” de otros sugerentes títulos televisivos, como Sherlock o Doctor Who.

Pero no olvidemos que por los mismos motivos recae sobre esta revisión del clásico de Bram Stoker unas expectativas mayores. Y, después de ver las cuatro horas y media que dura esta miniserie, reconocemos que el conjunto resulta solo aceptable, ni destacable ni capaz de perdurar en la memoria por mucho tiempo. Por su parte, la calidad visual, su estética y ambientación, los efectos especiales y el maquillaje son, como se prevé, excelentes. En cambio, a nivel narrativo la historia se queda corta.

De un capítulo a otro las elipsis buscan sorprender al espectador con el cambio de escenario y la evolución de los personajes. Sin embargo, el precio es elevado, ya que se pierden claras oportunidades para hacer la historia más interesante y a los personajes más profundos. Así, los episodios funcionan bien por separado y quedan forzados cuando forman parte de un todo.

Las curiosidades de esta versión se centran en dos matices. El primero es la figura de Van Helsing que, ahora, se encarna en una monja desprovista de fe, quien recorrerá el camino en paralelo junto a su ferviente enemigo, el conde Drácula. El segundo, es el componente racional con el que se intenta desmitificar el mito. Uno a uno –la aversión a la luz del día, el crucifijo, los espejos, etc.– los rasgos que dan personalidad a la leyenda se desvanecen bajo el escrutinio de Van Helsing.

Al final, Drácula es un pasatiempo para los amantes de género al que no le falta sangre, violencia, humor, acción y algo de trascendencia, no hay que esperar de este título mucho más.

Firma: Mar Pons