Vidas pequeñas

Enrique Gabriel, desde sus inicios con Krapatchouk, una comedia en torno a la inmigración y la nostalgia (Gran Premio Karlovy Vary 1992), pasando por Las huellas doradas (Festival de Málaga 1998) y un destacado número de co-producciones, es el director de estas Vidas pequeñas que hoy comentamos.

Por lo que atañe a los intérpretes, aparte de las breves pero siempre destacadas aportaciones de Angela Molina y Emilio Gutiérrez Caba, hay que destacar a Roberto Enriquez, a quien hemos visto en muchas series televisivas y ahora en su curioso papel de estatua viviente y muy especialmente a la actriz Ana Fernández, con más de 40 títulos en su haber y que aquí tiene a su cargo un brillante rol lleno de matices y sugerencias.

El film desprende drama y humanidad por todos sus poros, con un enfoque comunitario que nos recuerda algunas películas italianas de renombre universal. Todos y cada uno de los curiosos personajes del guión llevan su íntimo problema a cuestas pero no hay duda que, también con gran generosidad, asumen como propios los problemas de los demás, aportándoles cariño y calor en sus respectivas tristezas y desilusiones. Unas veces lo consiguen y otras no. Así es la vida, por lo que podemos llegar a la conclusión, como se menciona en la película, que: “Este mundo está lleno de vidas pequeñas… pero cada una de ellas es grande a su manera”. Una gran verdad.

Firma: Joaquín Guitart