Verdades verdaderas, la vida de Estela

Siempre es difícil realizar una película sobre hechos históricos recientes y dolorosos, con los protagonistas aún vivos y muchas heridas abiertas. Lo fácil es dejarse llevar por el oportunismo político, caer en el maniqueísmo y en muchos casos olvidarse de hacer cine centrándose en el mensaje y olvidándose de las formas.

Pero en ninguno de estos errores cae el director de Verdades verdaderas, la vida de Estela, Nicolás Gil Lavedra, a pesar de tratarse de su primer largometraje. Puede ser por el conocimiento profundo del tema o por haberse apoyado en un guionista con experiencia, pero el resultado es una película de gran belleza capaz de transmitir con sobriedad todas las emociones provocadas por tan dolorosa y cruel situación política.

A pesar del título, no se trata de un biopic al uso sobre la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, pues la historia arranca cuando ya es una mujer madura y se enfrenta a la desaparición de su hija. Sin trucos ni sentimentalismos, con una sincera emoción contenida, vamos presenciando cómo afrontan los acontecimientos los distintos miembros de la familia y las demás personas que tienen alrededor (es especialmente impactante la relación entre el matrimonio).

Pero si algo llama la atención de esta película es el soberbio trabajo de todos los actores. Tanto los protagonistas como los extras bordan sus papeles, con lo que dotan así de realismo y verosimilitud cada una las escenas. A esto contribuye también una cuidada ambientación y una banda sonora sobria y oportuna.

Y aunque el uso de continuos flashbacks puede provocar al principio cierta confusión, ésta se va aclarando conforme avanza la película y sirve además para mantener la atención y el interés.

Firma: Esther Rodríguez