Star Wars: El despertar de la fuerza

Sobran las opiniones y comentarios porque la delicia de descubrir la magia que J.J. Abrams ha regalado en el séptimo episodio de esta mítica saga hay que experimentarla. Y sí, como se dice, el cine que a uno le gusta es inmune al spoiler. Pero una película de este calibre, que viaja treinta años después del triunfo del bien en la historia galáctica, no deja de sorprender e hipnotizar al espectador medio y al fan incondicional.

Realmente la fuerza ha acompañado al creador de Lost en la escritura -junto a Lawrence Kasdan, guionista de El imperio contraataca y El retorno del Jedi– y también en la dirección y producción de una de las mejores películas de entretenimiento (sino la mejor) de la mítica saga La guerra de las galaxias.

Contando con un presupuesto de 200 millones de dólares –el mayor de los siete episodios– la factura visual es espectacular, sin abusar una pizca de los efectos especiales a los que estamos acostumbrados. La estética funciona acorde a la primera trilogía (transiciones incluidas) y a La amenaza fantasma, esencial acierto, aunque ya era predecible que no repetirían el bache del segundo y tercer episodio.

Misterio made in Abrams, con guiños del genio a elementos y símbolos históricos de la saga, incluso a diálogos, humor del bueno, sutileza argumental, desarrollo de personajes auténticos y un trasfondo espiritual, cultural y social marca de la franquicia, que se une a un potente e inteligente reclamo juvenil y actual en la evolución de la leyenda del western estelar.

Quedan aún muchos cartuchos por quemar en la modernización del universo que plantea Abrams, así que habrá más de lo bueno que hemos visto. Mientras tanto, las dos horas y cuarto que dura la película pasan volando como siempre.

Firma: Begoña Arribas