Hotel Transilvania 2

Como ya hiciera hace tres años, Sony aprovecha la cercanía de Halloween para incorporar su Hotel Transilvania a los fastos de esta celebración que Hollywood ha conseguido que festejemos más que una fiesta nacional.

Al igual que en su primera entrega, los monstruos que en otras producciones causan el terror que se les supone se convierten, aquí, en divertidos protagonistas de una historia que acierta tanto en el fondo como en la forma.

Aparte de las figuras indiscutibles de Drácula, la Momia, el Hombre Invisible, el Lobo o Frankenstein, un hotel que alberga monstruos es la coartada ideal para un colorista despliegue de imaginación y sorpresas. La oscuridad constante, los ojos inyectados en sangre de los vampiros o los bosques sombríos aportan la mínima pero necesaria cuota de miedo que una historia de este estilo requiere. El desarrollo de la trama se encarga de desposeerles de cualquier atisbo de terror que pueda perturbar el sueño de un niño pequeño.

El guión también se ha enriquecido con respecto a la primera entrega. Una vez pactado el hecho fantasioso del hotel y el matrimonio mixto, el futuro del pequeño Dennis, del que no sabemos si es monstruo o humano (y cualquier desenlace sería válido) aporta la intriga necesaria para mantener la tensión hasta un final que contenta a todos para satisfacción de grandes y pequeños. Porque, y ya de paso lo comentamos, este film se puede calificar de “familiar” en cuanto que tiene los suficientes ingredientes de humor “adulto” (el campamento de los vampiros, el bosque reconvertido en senda y, especialmente, el fugaz doblaje de Arturo Fernández) como para entretener y gustar a todos.

Los realizadores de esta película no olvidan remarcar, de un modo excesivamente reiterativo a mi juicio, el tema de la tolerancia y de la aceptación del distinto del que ya hiciera bandera la película original. Quizá es que nunca está de más que nos lo recuerden, sin embargo la que suscribe se queda con la capacidad de jóvenes y ancianos de anteponer la familia, el respeto y el sentido común a cualquier lema políticamente correcto.

Firma: Esther Rodríguez