Güeros

El estreno de Güeros viene avalado por la gran acogida que tuvo en los Festivales de Berlín y de San Sebastián. La película es, indudablemente, irregular y se le podría sacar una larga lista de imperfecciones, pero la frescura, la originalidad y la osadía del novato que se atreve con el blanco y negro, mezclando neorrealismo italiano con poesía latinoamericana y experimentación a lo Jim Jarmusch, se gana al público y a la crítica con su desenfado y con el punto autoparódico que introduce en alguna de sus escenas.

El retrato sincero de la sociedad mexicana de finales de los 90, acrecentado por la ausencia del color y por la descripción de los distintos ambientes universitarios, marginales, de provincias o de la intelectualidad progre, se convierte en un poema a través de unos planos bellamente encuadrados y filmados con una fotografía nítida y básica.

Compartir casi todo el metraje en compañía de Tomás, Fede y Santos en su periplo por las calles de México o de Texcoco, y con la galería de personajes de distinta catadura que se les van agregando hasta cerrar el cuarteto con Ana, consigue que el público forme un equipo con los protagonistas y se contagien de sus temores, desengaños, ilusiones y, desgraciada pero coherentemente, también de su tedio y apatía.

El film se disfruta de forma irregular. Es el precio que hay que pagar por tanta experimentación y por incurrir, como tantos otros directores noveles, en querer introducir todo lo que saben o a todo lo que aspiran, en una misma obra, como si tuviesen miedo de no volver a hacer otra y quisiesen dejar su legado fílmico de cualquier manera.

Los distintos caminos que emprende en los primeros momentos se van juntando y comenzando a guardar cierto orden y coherencia conforme se montan en el coche y persiguen el sueño de localizar a Epigmenio Cruz. Si bien eso consigue dar claridad al guión, no deja de ser una pequeña “traición” al espíritu rompedor inicial de Ruizpalacios, al acabar convirtiendo su experimento en una road-movie tópica, con ídolo musical incluido.

En definitiva, una película que sin ser un buen film, convence por lo prometedor, por lo osado y por el broche final que, más que inteligente, es truco de “chico listo”.

Firma: Esther Rodríguez