El tiempo de los amantes

Jérôme Bonnell es un joven cineasta francés en el que borbota sangre de la Nouvelle Vague más rohmeriana. La sencillez formal unida a la sencillez con que se plantean cuestiones existenciales en un entorno cotidiano, además del empleo de música clásica, acercan su estilo al del director de Cuento de otoño.

Hay aspectos de El tiempo de los amantes que brillan, y ese brillo implica al espectador en la jornada de Alix; una especie de Alicia perdida en la urbe de su vida y expresada a través de sus carreras en metro o a pie por la capital francesa para llegar a tiempo a las rutinas. Emmanuelle Devos tiene casi todo que ver con ese resplandor, pues es capaz de transmitir la fragilidad de una mujer en la madurez, así como la crisis de autoestima que puede aflorar en lo laboral, amoroso y familiar en un mismo momento.

Bonnell puede sacar a la luz todo eso en el guión, mientras realiza también una clásica, pero eficaz, analogía entre la actuación como profesión (la audición, por ejemplo) y la vida (el funeral). A la vez, esto fuerza a la protagonista y al espectador a cuestionarse cuándo hay que salirse del guión e improvisar y cuándo no.

Todos estos elementos resultan mucho más interesantes y verosímiles que la clave/premisa que da título al film. Y es que el flechazo, sobre todo su fortuito encuentro sexual a modo de paliativo ante la soledad, aparece como algo impostado e innecesario, pues sin duda en la vida de Alix hay materia suficiente para apasionar sin precisar de una canita al aire.

Firma: Lourdes Domingo