El sexo de los ángeles

Xavier Villaverde (Finisterre, donde termina el mundo, Trece campanadas) hace equilibrios en el guión -desarrollado por Ana Maroto a partir de una idea original del director- y resuelve mejor la fotografía e iluminación, que tampoco pasan de lo correcto. Pero es que la trama no se sostiene por ningún lado. Para retratar los sentimientos y deseos cambiantes en la primera juventud y tardía adolescencia, no hace falta convertir las tramas en un nido de giros poco serios. El capricho vital de los personajes –cuyas tramas profesionales o universitarias dan risa- se contagia  al guión.

Los triángulos amorosos han dado lugar a grandes historias y películas, incluso de calado humano, como Casablanca, Dr. Zhivago o Días del cielo. El sexo de los ángeles no entraría siquiera ni en el grupo de otras propuestas más triviales, como la reciente Esto es la guerra o la ya más confusa Bridget Jones.

Se habla de relaciones abiertas, de tríos, de bisexualidad con una ligereza que sorprende por su tono serio e intención dramática. No estamos en la Nouvelle vague; tampoco Villaverde se enmarca en un cine que busque salirse de las casillas de lo estándar en el lenguaje. Por eso, el naufragio que auguran las primeras líneas de guión (todas ellas evidentes y explicativas) y las primeras situaciones artificialmente tratadas para lograr peripecias se confirma. Ni los personajes pueden caer bien, menos por su vida cómoda a costa del esfuerzo de los demás: Bruno vive en el piso que los adinerados padres de Carla, Rai en realidad se está aprovechando de las pasiones que levanta…

Confusión sentimental y argumental, en un film aburrido como las relaciones humanas que mantienen sus protagonistas.

Firma: Lourdes Domingo