Espías con disfraz

Basado en el corto Pigeon impossible, de Lucas Martell, este título rompe con sus semejantes por dos aspectos sorprendentes. El primero es el realismo con el que acerca las películas de adultos a los más pequeños y el segundo es la cantidad de información que se ofrece acerca de las palomas, un animal poco atractivo para los niños. Sin embargo, esta producción resulta una historia divertida para toda la familia.

A grandes rasgos, el film no aporta nada nuevo, ya que se compone de elementos muy habituales: una pareja protagonista caricaturizada, bromas fáciles, acción pueril y un guion superficial. Pero es un producto muy visual, del que cabe destacar el logro de la animación, que representa de manera precisa la acción desenfrenada de las películas de carne y hueso. Así, consigue adaptar eficazmente el mundo de los espías al universo infantil.

Aunque es difícil reinventarse en una industria tan explotada en la gran pantalla como son los artilugios y agentes especiales, la cinta consigue darle la vuelta a la tortilla y presentar una nueva visión de las misiones. En ella, sustituye la violencia y las armas, por amor, ingenio, abrazos y purpurina. A pesar de que suene cursi y cargante, resulta que científicamente funciona a la hora de salvar el mundo. Además, es lo que aporta, en gran parte, los toques de comedia.

También las personalidades cliché y opuestas de los personajes principales desempeñan un papel importante en las escenas cómicas. La chulería y seguridad de uno en contraposición a la genialidad y la bondad del otro, provocan coyunturas graciosas. Y quizá el desarrollo de estas identidades suple por momentos la falta de trabajo en la narrativa.

Pese a no ser entrañable, Espías con disfraz es una propuesta sencilla con humor básico y gran técnica que funciona a la perfección como entretenimiento familiar. Con un buen ritmo –reggaetón incluido– y simpáticas aventuras, el largometraje recuerda a su público la importancia de la bondad sobre la agresividad, mientras proporciona un rato de disfrute.

Firma: Patricia Amat