Ant-Man y la Avispa

Hace tres años, también en verano, se coló en las pantallas el superhéroe más pequeño de Marvel. El hombre hormiga protagonizó una buena película y se ganó el derecho a participar en la pelea entre Vengadores que nos contaron en Capitán América: Civil War y por la que ahora cumple condena de arresto domiciliario.

Esta segunda parte de Ant-Man debería haberse estrenado antes que Vengadores: Infinity War pues la precede en la trama que une a todos los héroes de cómic pero, por decisiones de comercialización, se decidió posponer su llegada a las salas a este periodo estival, en principio menos fuerte en cuanto impacto en taquilla.

Decisiones comerciales y puntillismos marvelianos aparte, lo cierto es que Ant-Man y la Avispa es una auténtica genialidad. Es difícil que un largometraje de Marvel decepcione. Sin embargo, por la misma razón, es casi igual de difícil que sorprenda tan gratamente como lo hace esta producción dirigida, como la primera entrega, por Peyton Reed.

Este realizador y su equipo han elaborado un film compacto y completo, donde todo está en su sitio, nada sobra y nada falta. Muy alejados de la espectacular y desmedida desproporción de los últimos Vengadores, tejen un guion en el que no hay un solo hueco para el aburrimiento, donde el humor es una constante en casi todas las escenas y que alardea de unos efectos especiales que, no por vistos, dejan de provocar en el público un gesto de admiración.

En apenas dos horas repletas de acción, asistimos a un relato con los giros necesarios para mantener el interés y con los remansos imprescindibles para dar cabida a lo emotivo y a lo cotidiano, permitiendo así que el espectador entre más fácilmente en el desarrollo de la historia.Peyton Reed actúa como un genuino director de orquesta liderando al populoso equipo de guionistas (hay cinco acreditados y alguno más off the record) y no dejando que el peso recaiga solo en lo acrobático o se centre exclusivamente en la personalidad del superhéroe en cuestión. Y en este último aspecto reside lo que, a mi juicio, engrandece la película: Ant-Man no es solo pequeño de tamaño sino que es lo más cercano a la “humildad” que podemos encontrar en este género.

Como ya viéramos en la primera entrega y aumentado y perfeccionado vemos en esta segunda, la galería de personajes secundarios que rodean al protagonista es un fabuloso y divertidísimo desfile de tipos simpáticos, con personalidad propia que entran y salen de la trama con un ritmo y una importancia dignos de una coreografía de musical. Hope (Evangeline Lilly) y el Dr. Pym (Michael Douglas), por descontado, y los malos (Hannah John-Kamen y Walton Goggins), en su línea. No obstante, a partir de ahí, los personajes de Michael Peña y sus secuaces, brillantes; el de Bobby Cannavale, genial; Judy Greery Abby Ryder Forston cumpliendo con creces; y la entrada de Randall Park como el Agente Woo, también breve y eficaz.

Ciertamente las comparaciones son odiosas, pero tras el aturdimiento explosivo de Infinity War, nos reafirmamos en el “menos es más” del arquitecto Mies van der Rohe. Ant-Man y la Avispa ofrece una trama sencilla aunque rica, y en su simplicidad se permite mimar a todos los personajes, abarcar a un público muy amplio y apoyar su desbordante humor en la combinación perfecta entre jerga pseudocientífica y bromas sobre lo cotidiano y la camaradería de toda la vida. Ant-Man y la Avispa es, tanto en el sentido clásico como en el popular, una gran película de cine.

Firma: Esther Rodríguez