Ático sin ascensor

Ático sin ascensor sería una comedia dramática venida a menos si no fuera por los dos gigantes que encabezan su reparto, Morgan Freeman y Diane Keaton. Estos actores veteranos consiguen transmitir una química mayúscula que encubre las carencias de un guión muy flojo y nos hacen disfrutar de todas las escenas en las que son protagonistas.

El director Richard Loncraine intenta traspasar al film este encanto innato que poseen los intérpretes, aspirando a difundir un mensaje alegre durante toda la cinta. Aunque a ratos lo consiga, el mensaje final no puede ser más pesimista: viene a ser que el mundo está lleno de gente a la cual solo le importan sus propios intereses, alejémonos de ellos y seamos felices. Por otra parte, también confunde al espectador con tramas secundarias que nos desvían de la acción principal, que acaban siendo lo peor de la película. Los flashbacks de sus primeros años de matrimonio, el atentado terrorista, los problemas iniciales en la relación por ser una pareja de distintas etnias, el negocio de la inmobiliaria; todo ello está mínimamente desarrollado y no hace otra cosa que entorpecer lo verdadero del film, una pareja con un formidable vínculo, robustecido a lo largo de los años, superando la ancianidad.

A pesar de estos desaciertos, Ático sin ascensor, gracias a la frescura de los dos protagonistas, es una comedia costumbrista que agrada y sobresale entre otras películas sobre la vejez.

Firma: Javier de la Llave