10.000 Km

Retrato de las subidas y bajadas de una relación a distancia. Con un naturalismo y tono de espontaneidad desenfadada, Carlos Marques-Marcet se acerca a algunos de los problemas contemporáneos pero pierde foco y profundidad en lo concreto.

El film, que cautivó al jurado del pasado Festival de Málaga, supone el debut en largometraje de ficción de este barcelonés con los pies en Los Angeles. Hija de su tiempo, 10.000 Km levanta el telón ante circunstancias, anhelos y deseos difíciles de conjugar con otro tipo de decisiones que están presentes en las vidas de muchas personas; ahora tamizadas y marcadas por los vínculos electrónicos (webcams, redes sociales, correos electrónicos…).

Marques-Marcet camina por la cuerda floja del ejercicio formal: dos únicos espacios, dos actores y una trama, bajo una iluminación controlada entre la luz de estudio y la natural, que no desvía la atención del desarrollo argumental. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos del guión para sacar punta a lo cotidiano (la escena de la receta de cocina) y a pesar de los esfuerzos de los intérpretes (la desnudez, no solo física, es muy exigente en este film) el metraje resulta excesivo para el conflicto.

Los meandros de la relación de Alex y Sergio mantienen el pulso entre el artificio y la autenticidad narrativa, mientras revelan la pugna del hombre por sobrevivir a la modernidad líquida: se aspira al beneficio que aportan las relaciones comprometidas mientras se esquivan algunas de sus condiciones; se habla de emociones a la vez que no se integran en el conjunto de la personalidad o se confía demasiado en la comunicación sexual para resolver carencias y olvidos que luego provocan más frustración. Todo eso queda trazado implícitamente en la película, y en algunos casos subrayado con escasa elegancia, que funciona a modo de espejo (algo distorsionado, como todo relato de ficción) de algunos esquemas vitales.

Firma: Lourdes Domingo